Los cuentos o los relatos metafóricos pueden ser un buen recurso para la aplicación clínica. Algunas corrientes, como la psicoanalítica, los han utilizado no solo con fines terapéuticos (Bettelheim, 1975), sino también como evaluación de la personalidad (Coulacoglou, 1997). Con el tiempo y cada vez más, otras corrientes psicológicas empiezan a hacer uso de ellos.
En el trabajo con niños, por su limitación cognitiva, se hace necesario poner en práctica todos los recursos de los que dispongamos, como juegos, ejemplificaciones y por supuesto, también cuentos. Con los cuentos, no solo podemos obtener información del niño, sino que además, podemos trabajar los aspectos que consideremos necesarios en cada caso, ya que ayudan a ejemplificar cada problemática facilitándole al niño su entendimiento.
Características que hacen eficientes los cuentos según
Bettelheim (1975:
- Enfrentan a los niños con los conflictos humanos básicos: sentimientos
desesperados de soledad y aislamiento; angustia moral, miedos, la necesidad de
ser amado, el miedo a la muerte… Si no se les muestra este tipo de situaciones,
el niño nunca aprenderá a enfrentarse a ellas.
- Plasman una realidad en la que tienen cabida tanto las cosas buenas como las
malas, es decir, transmiten el mensaje de que la vida real no siempre es
agradable. Al enfrentar a los niños este tipo de dificultades, se le está ayudando a
vencerlas.
- Ofrecen soluciones al alcance de la comprensión del niño. El niño necesita que
se le den sugerencias en forma simbólica, sobre cómo debe actuar en sus
dificultades y poder avanzar sin peligro hacia su madurez. Los cuentos de hadas
presentan este tipo de dificultades de forma muy simplificada.
- Conciben al ser humano como personas capaces de actuar de forma interesada, o
agresiva, evitando la idea de que el hombre es bueno por naturaleza. Según
Bettelheim, los niños saben que ellos mismos a veces no son buenos. Si se le
niega al niño la posibilidad de creer que a veces, se actúa de forma no deseada,
corre el riesgo de verse a sí mismo como un monstruo.
- En este tipo de cuentos, la maldad y la bondad están siempre presentes y se
encarnan en los personajes, que nunca son ambivalentes; no son buenos y malos
al mismo tiempo, como en la realidad. Esta polarización ayuda a su
comprensión, ya que la mente del niño también tiende a ser dicotómica (el
hermano listo y el tonto, la hermana trabajadora y la perezosa, la guapa y la fea,
el padre bueno y el perverso…). Según Bettelheim, las ambigüedades no deben
plantearse hasta que no se haya establecido una personalidad más firme. En este
momento, el niño comprende que existen grandes diferencias entre la gente y
que por ese motivo, está obligado a elegir qué tipo de persona quiere ser.
LOS CUENTOS Y EL APRENDIZAJE POR OBSERVACIÓN
Uno de los autores que ha estudiado las funciones de los cuentos infantiles en nuestro
país es José Luis Calvo Buezas. Durante la década de los ochenta publica varios
trabajos acerca de los efectos que tienen los cuentos en la infancia desde la perspectiva
del aprendizaje por observación.
Según él, el cuento funciona por el aprendizaje observacional o vicario, es decir, por
imitación de modelos. En el aprendizaje a través del cuento el esfuerzo va dirigido
directamente al protagonista y no al niño, lo que hace que sea mucho más preciso y
funcional.
La observación de modelos en los cuentos puede suscitar tres formas distintas de
respuestas en el observador (Calvo Buezas,1986 a):
1. Adquisición de nuevas conductas. El observador puede adquirir respuestas
nuevas, que previamente no existían en su repertorio. Mediante el cuento, el
niño se expone a experiencias nuevas, a las que no se enfrenta en su vida real (el
acoso de un animal, la pérdida familiar, la pobreza…) y a partir de estas
experiencias, el niño puede aprender una amplia gama de conductas que pueden
llevarle al éxito y que pueden serle útiles para otras situaciones difíciles.
2. Inhibición o desinhibición de conductas que ya posee el sujeto. La observación
de modelos puede producir efectos inhibitorios o desinhibitorios en algunas de
las conductas que ya existen en el repertorio del observador. En la trama de los
cuentos, frente a un modelo de conducta que triunfa, aparece representada, de
modo más o menos explícito, otra forma de conducta que es la causante de la
desgracia (antihéroe). Estas tipificación de respuestas pueden inhibir ciertas
conductas (la desobediencia en los siete cabritillos, la excesiva confianza en
Caperucita…) o por el contrario, podrían desinhibir otras.
3. El efecto provocación. La observación de conductas en los cuentos puede hacer
que en la vida real, al referirnos a un cuento en concreto, este sirva como
disparador de respuestas de la misma clase. La narración del cuento serviría por
tanto para reforzar respuestas socialmente ajustadas y para provocar otras. Por
un lado, reforzamos determinadas conductas por su similitud a determinados
personajes (el trabajo de la tortuga en la liebre y la Tortuga) y por otro, al aludir
a un cuento o a un personaje, este funciona como “disparador” de determinadas
conductas. Ej. Si mientes, se te pondrá la nariz como a Pinocho.
Además, este autor destaca los dos tipos de mecanismos que funcionan en el aprendizaje
por observación:
1. Refuerzo secundario. El sujeto A (modelo) da una respuesta, y esta respuesta
gratifica a B (observador). Como resultado, la respuesta de A adquiere para B un
valor de refuerzo secundario y para poder conseguir ese refuerzo, en las
ocasiones en las que A no realiza la conducta, el observador B la reproduce.
Dicho de otro modo, el niño (B) se identifica con el personaje (A), por lo que la
gratificación que recibe el protagonista con el triunfo final, sirve de refuerzo al
propio niño. Como consecuencia, este intentará reproducir el tipo de respuesta
que le llevó al protagonista a conseguir el triunfo, ya que se trata de un refuerzo.
2.Aprendizaje por empatía. El modelo realiza un tipo de conducta y obtiene unas
consecuencias. A su vez, B (observador) presencia las consecuencias
satisfactorias o de disgusto consecuentes a la conducta de A, por lo que B tiende
a repetir o rechazar los mismos tipos de respuestas de A. Se trataría de una
conexión empática que une al niño con el modelo.
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